Son esas franjas que marcan nuestro destino; un trayecto que va más allá de lo deseado, de lo pensado. Franjas que delimitan nuestro ser, nuestra vida. Nuestros hechos sin pensar que puedan ir a lo más utópico, de lo imaginario. Un deseo que sin reflexionar va surgiendo una idea transversal en lo pronosticado.
Con nuestras líneas marcamos:
Nuestra alma y con el llevamos el bien a dónde vamos, sin esperar o desear nada a cambio, sólo por el simple hecho que la humanidad nos da de volar y ser por lo que somos y no por lo que tenemos.
Nuestro corazón a pesar de que en el yazca maldad, porque el bien existe, el mal viene por sí solo. Aunque nos mantengamos con ideas que no vengan al caso.
Nuestra fe, con la esperanza de poder alcanzar eso que deseamos.
Nuestras metas, nuestros deseos, que van de pie en pie, a ritmos de palpitares. Con ganas de caer y de volvernos a levantar.
Nuestros sueños, por más que atravesemos obstáculos son nuestra meta.
Nuestro amor… sin pensar que pueda ser el equivocado.
Nuestra familia, aunque no sea la correcta.
Nuestros amigos, aunque no sean los mejores.
Nuestro destino es…
Nuestra vida es eso que nos pasa mientras nuestro mundo gira, es eso que pasa mientras no nos damos cuenta que el tiempo es eso que nos da, pero a su vez nos quita…
Nuestros días, que tal vez sea un día más, pero sabemos que es un día menos.
La vida no se trata de presumir cada cosa que hagamos; se trata de cultivar y coger eso que cosechamos.
Crédito de la imagen: Théo Gosselin
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